Hojas sobre la Luna 8. El tiempo en la música que me ha deslumbrado últimamente. Rickie Lee Jones y Godspeed You! Black Emperor

La música, antes de poder llevarse a cualquier lugar, solía ser más que un arte un momento de la vida, un momento reservado para un espacio cómodo, como la casa. Así pues cada vez que se recorría el mundo, en realidad se estaba en busca de fuentes para entender los sonidos que en el hogar nos esperaban, algo así como la bibliografía requerida para los trabajos finales de la escuela, es decir bases cimentadas para poder asimilar las propuestas. Lo que se busca (ahora ya mucho menos) son experiencias, madurez personal y sensibilidad para entender los mensajes que, aún siendo abstractos y posmodernos, inequívocamente señalan un aspecto del tiempo, el cual queda incompleto en caso de ignorarse que cada cosa sin contexto carece de validez y sentido.

   Para recordar a Platón, he de confesar que he llegado a creer fielmente que la vida tangible es sólo la investidura (imperfecta) de ese mundo ideal al que accedemos a través del arte en general, es una copia fácil de comprender, perfectamente legible, simplificada, apenas un ensayo de la complejidad del mundo que muestra el verdadero yo de cada uno, nuestra esencia pues. De esta manera el tiempo, como dimensión espiritual y madre, logra situarnos en cualquier circunstancia emocional dependiendo del interés que se haya dedicado para expandir los horizontes preparatorios de la sensibilidad superior esa que es palpable sólo con los sentidos. Con esto lo que quiero decir no es otra cosa sino que el tiempo, cuando es aprovechado en el mundo sensible, rinde sus frutos en el exquisito y no siempre bien comprendido mundo etéreo de las ideas,  de ahí los sueños que se alimentan de las experiencias, de los temores, de las alegrías; es pues el puente entre ambos mundos, es la musa que con su aliento pone el cuerpo y el alma de la obra (cosas que nacen juntas necesariamente). El tiempo es la única dimensión que subsiste en los universos (el sensible y el ideal). Es el infinito.

   ¿Para qué todo esto?, sólo para explicar la importancia que han tenido recientemente para mi dos

álbumes, uno del año de mi nacimiento, 1991, y el otro de este 2012, dos grandes discos que fincan

su importancia en el tiempo y el espacio de diferente forma pero con la misma intensidad, uno en un sentido más íntimo y el otro en uno más general. El primero como manifiesto de deseo, de un querer ser y estar, el sonido de un momento que se sueña, de lo que es hoy, de lo que no puede cambiar, sonido del presente; el segundo, por su parte, es una obra acorde con los tiempos del mundo todo, el mundo del 2012, ese que exige un cambio, un nuevo orden. Música para la tierra que quiere cambiar, que quiere ser presente, que aún vive en el pasado y aspira al futuro, el soundtrack de quienes saben que el tiempo material no corresponde ya con el tiempo del pensamiento, música que pide reorganizar el cosmos.

Rickie Lee Jones - Pop Pop (1991)

Este disco, uno de los menos conocidos de la cantautora, apareció justo el año de mi nacimiento, el mismo año en el que aparecieron otros grandes discos, ahora ya considerados clásicos, como: Nevermind, Screamadelica, Lovless, Blue Lines, Spiderland, Laughing Stock, etc. Sin embargo este álbum, a pesar de no ser tan conocido como los prodigios de su tiempo, mantiene un nivel de calidad tan admirable que demuestra la madurez de una mujer que ya lleva una buena parte de su vida dedicada al arte.

   En este trabajo Jones se decide por un smooth jazz muy elegante, bastante influenciado por el pop y el folk, géneros que no obstante, y en perfecta consonancia con su portada, se alejan de la solemnidad que uno pudiera imaginar al tratarse de sonidos que no encajaban del todo con la música que por entonces se tramaba. Es un conjunto de canciones que (nueva alusión a su exquisita portada), revelan un redescubrimiento de la vida, un volver a nacer, una nueva infancia; piezas juguetonas todas ellas, que se toman en serio a la vida, la explotan y la reaniman, la hacen brillar con sonrisas(¿quién no jugó con esas bolitas de papel que al impactarse contra el suelo estallan con una pequeña explosión?, si, esas bolitas que en México se conocen como brujitas y al que Pop pop le debe su portada) y la iluminan con el color de las emociones.

   Al inicio de esta entrada hablaba del tiempo y su importancia en esta música y bueno, por principio de cuentas, he de decir que esta obra tiene un sonido absolutamente vespertino, la hora en que los infantes juegan, sin el ajetreo matinal de la escuela y la obligada y aburrida noche; y no sólo es la hora de los niños, también es la de los jóvenes amantes, es la hora en que pasean disfrutando cada momento, antes de que se oculte el sol y tengan que despedirse, es la hora de las promesas en la edad dorada. Es la hora del solitario, que descansa tras la comida y se despierta para ver el ocaso. Es un disco para seres de alma gloriosa por vivir el amor en su máxima expresión; es un disco que a base de sonidos contenidos y discreto volumen acaricia el pecho (¡ese contrabajo!) hasta meter al oyente en un estado de intensa calma, un nirvana de alegría en el que no sería raro confundirse con el sueño. Armonías en tonalidad etérea (¡¿?!), que se complementan con la voz delicada de alguien que le grita, con susurros, al universo su pasión por respirar, su energía por llevar consigo del mundo lo mejor y más bello (esta es una cuidadosa selección de covers), y la sobreexcitación de los sentidos que significa el sonreír.

  Es necesario decir para concluir que, por sobre todas las cosas, lo que aquí predomina es la celebración al mundo frágil, ese que termina en un momento imperceptible -la infancia, la juventud, la vida misma-, y las cosas que le dan color -las burbujas, los besos, la naturaleza. Un mundo que por instantáneo debe llevar toda la intensidad de velocidad, así sea en cámara lenta, pues si efímera es la vida es sólo para permitir el tránsito a los que vienen atrás, pues siempre un nuevo futuro habrá.

   Por eso es Pop pop un disco vespertino, ya que es música para quien aguarda por el sueño, porque es música para quien se quiere cargar de ilusiones. Música para quien no puede esperar, pues está ansioso, por seguir viviendo.

Godspeed You! Black Emperor - Allelujah! Don´t Bend! Ascend! (2012)

Es una afirmación, casi de perogrullo, mencionar a artistas politizados dentro de aquellos que facturan obras que representan fielmente el espíritu de su tiempo. En este caso, y con este disco en especifico, el siempre bien ponderado colectivo canadiense, más que representar el momento actual se lanza a musicalizar el momento en el que se da la necesidad por el cambio, es decir la contingencia en si, sobre todo cuando esta necesidad logra hermanar a un pueblo, lo convierte en nación y lo hace despertar; ese es el sonido de la nueva entrega, un sonido que, a pesar de lo familiar que pueda resultar la anterior descripción, se aleja lo suficiente de sus albumes anteriores como para poder distinguir el progreso que han tenido tras un década de silencio, sin dejar de sonar a ellos mismos.

   En este nuevo compendio de piezas se halla un tono un tanto más animado que, sin llegar a ser festivo, remite inmediatamente a las manifestaciones culturales típicas de los pueblos en lucha, pues es necesario señalar que cuando se manifiesta de manera más clara la cultura de una nación, es justamente en el momento en que se pelea por el interés general en contra del sistema que impide el avance de todo un país. Así pues en este disco se hacen presentes influencias de los ritmos del medio oriente, acorde con la reciente insurrección de los pueblos árabes, sin dejar atrás la poderosa instrumentación casi orquestal del conjunto- aunque ahora con una vitalidad más rockera y rejuvenecida- sumándose a los característicos samplers de voz y el espíritu airado que no podía faltar, aunque ahora ya sin ese tenebrismo apocalíptico que bien los definió en el pasado.

   En medio de esta riqueza sonora aparece la nueva visión de la banda, en la que ya hay una seguridad de alcanzar el triunfo, pues toman para su lado (el lado rebelde) la conciencia de una fuerza superior que, sin hacer referencia clara a un dios, revela el poder que se le adjudica a la energía de la fe, ese impulso siempre tan socorrido a la vez que efectivo al momento de tomar decisiones. Es en pocas palabras, un manifiesto de la voluntad como fuerza inherente al poder espiritual que lucha por no ser víctima del huracán del tiempo, ese que termina ahogando a la valentía y al honor en busca de una vida fácil y, por lo tanto, carente de marca en la historia, es pues un alegato a favor de lo eterno, es prueba indiscutible de lo divino del ser. El título es una clara alegoría a la postura que ha de tomarse en caso de querer trascender las barreras de lo mortal, es la declaración de la verdadera fuerza, una fuerza interna que, alimentada por un orden celestial o no,  debe por obligación hacer a la naturaleza elevarse en contra de cualquier asunto que desvirtúe su importancia en el universo, es decir la vida ante cualquier interés, el derecho a la existencia, eso como base pura del cosmos. No es el espíritu ente pasivo, es el elemento principal de todo lo que esta vivo, y todo aquello que lo esté tiene a su vez por compromiso propio manifestarse, que si bien es el cuerpo quien camina es el alma quién avanza.

   En resumen, no es posible (y aunque lo fuera resultaría verdaderamente inútil) obtener por ningún medio la victoria si ella carece de un fundamento trascendente, como la ética y la moral, pues de ellas es de quiénes  emana la razón, además de ser la constitución más clara del  derecho natural universal. Finalmente, es menester señalar la clara intención de GY!BE de firmar una declaración de principios para este nuevo siglo con la fabricación de este muestrario de la fe melancólica que llega siempre con la ciencia aprendida, la misma que de tantas decepciones agota el catálogo de los tropiezos y deja, al parecer, libre el camino a la redención humana; es casi como si tras lo bestial de la devastación del orden siempre imperante (la atmósfera apocalíptica de sus discos anteriores), la entrada a la tierra prometida hubiese sido dejada al descubierto. Hay fe en que de las cenizas se levanten los muertos para seguir en su itinerario a lo inmortal.

   Para finalizar me interesa resaltar un aspecto: la vuelta de tuerca que los canadienses le dan a la idea tradicional de revolución. En primer lugar, contradice la idea de que la revolución debe hacerse desde un bando absolutamente nihilista -partiendo de la perspectiva de que las revoluciones son hechas por gente con ideas de izquierda. A esto se le suma que, lo que aquí se plantea, es un reordenamiento en la estructura del pensamiento sobre la existencia, se muestra una filosofía en la que el fin no sea una plenitud en el plano terrenal, que no sea una correcta administración política la meta única, que sean solamente pruebas para demostrar el pulimiento del espíritu, que sean las vías para ganarse el derecho a la ascensión, a la pureza, al amor, al universo, a la gloria eterna.

  No se busque pues ser un héroe, prefierase el camino del sabio que es profeta. No se intente cambiar al mundo, que siempre en su progreso se hallará con la tradición perdida, óptese por detener el avance de todo aquello que lo cambia, no es la naturaleza la que está errada, es la influencia de, nuestros nuevos padres, los sistemas (léase burocrático tecnológico, político, religioso, etc) la que desfigura el camino.

   Sólo falta saber que, la auténtica libertad se da cuando se tiene el espíritu de su parte, es quien le mostrará la senda a la razón.

 Y pues si :

¡Aleluya!, no se incline. ¡Ascienda!