Así es la Aurora 3 (Actualización desactualizada)

Esta entrada fue escrita hace más de cinco años, por lo cual había olvidado del todo su existencia. Me parece interesante publicarla por la ternura que me da leer algo tan idealista que hoy en día sería incapaz de escribir, no tanto por su tono sino por parecerme tan ajeno a cualquier cosa que hoy en día escribiría y que de ningún modo pensaría o apoyaría si bien es una base para quien soy ahora. Si bien es un texto que intenta hablar del espíritu me es clara la manera en la que mi mundo ha cambiado un par de amores después. El título de la entrada, como de otras que dejé en el tintero de los borradores, remite al nombre de la mujer a la que considero hasta la fecha el amor de mi vida, aunque ahora todo se ha transformado. Publico el texto sin hacer correcciones de estilo o redacción y con un sonrisa condescendiente.



Desde hace algún tiempo he creído que cada cosa tiene un espíritu, esto debido a que, después de escuchar las diferentes opiniones sobre diferentes temas de mis compañeros y profesores, me he dado cuenta que definitivamente si hay algo que hermana a los hombres esto no es por cierto una visión metafísica del mundo, con esto me refiero a que, entre un ser (palabra que es por sí misma un asunto muy aparte) y otro la sensibilidad con respecto al universo se dispara de manera tal que sería un asunto irreconciliable hablar de una verdad o, cuando menos, de una realidad única que se salvara de la arbitrariedad.

Es por ésta misma razón que he pensado que la poesía, aún con sus declives (¿o simples cambios?), no muere; pues debido a la vastedad de cada visión, para cada cosa es posible encontrar una función según el momento que se decida ser glosado, con esto no quiero decir otra cosa sino que, a cada situación y para la propia variedad de estas, es posible utilizar cualquier elemento con el que, de alguna forma, pueda hallarse una analogía. Estos elementos pueden pertenecer al grupo de lo natural o lo sobrenatural y para lograr la conexión entre lo que sea que se elija representar se debe alcanzar un pensamiento propio, si se quiere partir de cero, que tenga la capacidad de soñar con lo tangible, es decir, traducir lo racional a lo irracional, hacer de cada parte fragmentable del mundo una pieza inamovible del conjunto que es creado, para no sentirnos perdidos en el caos, colorear la vida a partir de las miradas que crean y entienden, ¿no es eso lo que, después de todo, nos convierte a cada uno en protagonistas irreemplazables de la existencia?.

Ahora es necesario plantear la cuestión de la deshumanización, en cuanto a los asuntos del espíritu, y como se relaciona esto con lo anterior. A mi parecer, uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos en esta época es la inmediatización de nuestro comportamiento; y esto tiene que ver con la decadencia en los valores y la desaparición de cualquier sentido espiritual que no tenga que ver con una pertenencia estrictamente sectaria-religiosa. Llegado este punto, me parece pertinente aclarar que cuando hablo de espíritu lo tomo por el sentido de ese algo que le da una importancia a lo no-material y lo adscribe al subconsciente de cada individuo para que, mediante la información recibida imperceptiblemente, éste pueda comprender los parámetros básicos para convertirse en un habitante más.

Ésta conciencia espiritual no es sino una búsqueda interior de cada dilema personal, y sus respectivas intensidades, que debe ser reflejado en cada ser externo (animado o no) para así comprender los eventos que perturban lo profundo de cada cosa y su relación con nosotros. Y en este sentido conviene recordar que nada nos es ajeno pues somos parte de todo desde el momento en el que discernimos sobre aquello que nos agrada y lo que no, o incluso lo que nos es indiferente, pues hacemos un juicio a partir de una sensación interior, tenemos contacto por fuera para comprenderlo por dentro, lo inservible es cuando esto se aplica sólo a los asuntos banales.

El problema moral está relacionado con, lo que pareciera ser, un pensamiento que se ha propagado a tal punto de que cada uno creemos que el espacio en el planeta está hecho a nuestra disposición, y es por tal que en muchas ocasiones vemos a lo que nos rodea como simples muebles de nuestra cotidianidad, casi como si de un videojuego se tratase, y los elementos que no ayudan para el propio bienestar no son más que adornos para no estar solos o para decorar el suelo que pisamos; en otras palabras, nunca nos detenemos a pensar en el pasado del otro, en las vivencias o en las ideas, en su camino y en su destino, en su muerte y en su nacimiento. Es por todo esto que, al no lograr una identificación como compañeros de tierra y hermanos de viento, no hay un vínculo real que le de fuerza a una solidaridad auténtica que cierre filas frente a los embates de los tiempos, que siempre cambian de rumbo para golpear por todos los ángulos a la razón y a la virtud.

Bueno, para resumir, el objetivo último y primero de esta publicación es el de compartir mi idea sobre la importancia de no olvidar que la humanidad no es simple materia mortal, pues por cada ser en el mundo hay un universo entero que acrecienta lo ya de por sí vasto de aquello que se escapa del mundo terrenal.

Una de las cosas que me llevó a imaginar esto es el hecho de que la mayoría, si no es que todas, las personas que conozco, a pesar de que lo nieguen -o quizá sin darse cuenta-, creen en algo mágico, ya sea una situación, un momento, un objeto, etc. Esta creencia en lo mágico está al menos para mi bastante justificada, pues hay coincidencias, hay esperanzas- que no son más que la espera de coincidencias- hay entendimiento de la naturaleza, hay un gusto que rompe las fronteras de lo simple (por ejemplo la música, que no se ve, ni se siente... por medio de la piel). Esta conclusión personal está íntimamente ligada con el imaginario postmoderno que apunta a una desaparición de cualquier atributo que provenga del alma, o de cualquier lugar intangible; es por tanto que decidí aventurarme a demostrar lo contrario. Por otro lado, me parece menester aclarar que considero mágico al mundo de las ideas por el único hecho de que esta magia es la herramienta prima que nos apoya para vivir el entorno a través de lo visible, de suerte tal que nos distanciamos de lo que únicamente es utilitario, es por eso que somos.

Para explicar mejor esto se me ocurre que podríamos imaginar una piedra simple. Ahora como segundo paso pensemos en aquello para lo que esta podría funcionar, en primera instancia nos daremos cuenta que por sí sola no puede (o al menos eso parece) entender el sistema en el que se encuentra puesto que, al permanecer sedentaria, no tiene mayor alcance que su espacio mismo; sin embargo, esto cambia si la empleamos en una construcción, la cual seguramente daría un paso en dirección contraría de la perfección si careciera de una piedra específica, es decir el quehacer de las piedras está justamente en trabajar en conjunto para dar solidez a una obra. Es esta la lectura mundana que se le puede dar a una piedra a partir de sus características físicas como cuerpo material, pero el espiritu o esa caracteristica divina (entendiendo "divino" como lo que se aleja de cualquier explicación terrena) en dicha situación se reflejaría, en forma de metáfora, la idea de que un esfuerzo conjunto, que apoye cada punto de la estructura, logra mejor estabilidad en un todo, lo que finalmente nos enseña que quizá, y sólo quizá, si no hay componentes imprescindibles para el correcto funcionamiento de un mecanismo, si hay en cada uno de estos particularidades que consiguen que un resultado sea variable según la compatibilidad de las piezas. ¿Y dónde es que está la magia?, bueno pues la magia reside en que los humanos encontramos los fundamentos para nuestra vida ética, estética, metafísica y moral en los fenómenos naturales, en otras palabras, todo lo que somos y hacemos proviene de la inspiración eterna, esa que ha estado presente desde el inicio de todo y que nos ha visto nacer y crecer sólo para destruirla. Pero la imagen se hace más fuerte si tomamos en cuenta que, tal vez sean las rocas las piezas más despreciadas y menos respetadas en el orbe entero y, a pesar de ello, de carecer de pensamiento, de flexibilidad, de articulaciones, de sentidos, entre otras cosas, trabajan de forma tan organizada que lo mismo mantienen en pie a un rascacielos que engalanan al paisaje formando cuevas y grietas, cañones y montañas; y todo esto pueden hacer las piedras con sus limitantes, como si Dios quisiera darnos una muy directa lección para conducirnos como participantes de este planeta. Y con respecto a esto último creo que deberíamos afirmar, pues ya lo comprobamos, que si hay componentes a los que les faltan ciertas cualidades, no es definitivamente porque carezcan de ellas, es que simplemente no las necesitan.

Otro ejemplo, pero en el que ahora no se ve violada la esencia del objeto, es el de un bosque en el cual aún no haya entrado la mano destructora de la civilización. En él hayamos, como función útil, el hogar para una vasta diversidad de fauna y flora, un importante proveedor de oxígeno y un almacén para gran parte de nuestros alimentos; mientras que, por otro lado, este mismo bosque puede suscitar admiración debido a su composición natural, y eso sin perder su utilidad para la subsistencia de algunas especies terrestres, completamente corpóreas. Dicha dualidad funcional opera en absolutamente todo y en cualquiera de sus niveles (mundano o mágico), así que podríamos detenernos en este momento y hallar la contraparte de la utilidad de la escritura o de los fenómenos etéreos.


Es así como, creo yo, deberíamos buscar las metáforas para hacer una poesía personal que encuentre una correspondencia a cada fenómeno natural, para que de este modo más que hacer una poesía de contenido real, en todas sus esferas, y no en lo únicamente exterior.

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