Esos días difíciles de ignorar. Mi vida en la mentira







Me gusta la elegancia del silencio, me gustan los secretos. Siempre he creído que los secretos dan elegancia al más vulgar de los criminales y dignidad al más entregado de los amantes, he pensado durante muchos años (desde que empecé a razonar), que callar lo propio hace que la validez del pensamiento se incremente al sofisticar la voz en sentimientos, que es la inspiración por si misma. He buscado por todos los medios dar otra imagen mía, una imagen que no revele que me gusta el misterio, prefiero reír como idiota quizá para no darme cuenta de mi idiotez verdadera, esa que por no reír me mata con las amarguras más volátiles. Siempre me gustó creer que tenía superioridad con respecto a los demás por el simple hecho de no mostrarme como soy, la mujer cursi y erotómana que disfruta de las pasiones sencillas que descubre mientras pone cara de divertida indiferencia. En mi silencio e inexpresividad se encuentra mi voyeurismo más hechizante, el que finge ser comprensivo para obtener la confianza del prójimo,el que escribe historias para mis sueños, el que hace que me enamore en secreto y que disfrute de mi dulce engaño. Esa soy yo, una fémina que necesita dar otra cara para sentirse guardada, para no verse encerrada en la prisión de la vulgaridad. Corrección: eso creo que soy.

   Hoy, en un seminario de poesía, mis compañeros hablaron de sus pasiones y la relación íntima que con el arte mantienen, todos muy emocionados se reconocían como seguidores de ella debido a situaciones muy específicas, que iban desde los rompimientos amorosos, y el amor en general, hasta los conflictos familiares y la muerte; todos hablaban desde su estado más puro, sin vergüenza de lo que son, mientras que yo sólo abordé aspectos de mi vida que cualquiera que sepa de mi existencia conoce, a saber: mi amor por el otoño y mi pasión por la música, ambas cosas expresadas en medio de una historia inventada para salvaguardar mi privacidad, esa propiedad de la que mis colegas no temieron echar mano para hablar de si. Tras la ronda de comentarios referentes a nuestra experiencia particular descubrí en, a pesar del poco tiempo que duró,  las personas que me rodeaban el camino que sigo yo misma, la única diferencia es que ellos se aceptan y yo, al parecer, he entrado en conflicto con los dos seres que pretendo ser pues a cada uno le he dado su espacio y me resisto a que uno invada al otro en el suyo. Supe en esa aula que los argumentos que poseo para defender mi gusto por la poesía, no son tan profundos como los de los demás, y yo pensaba que no exhibirme en lo emocional me hacía un ser más profundo e interesante, craso error, me hace víctima de mi propia vulnerabilidad, pues a quién recurro sino a mi estrecha visión de la realidad para solucionar mis choques mentales.

   Ventajas y desventajas, como todo, las hay en mi aislamiento de mi propio yo, en el alejamiento de lo que de verdad me interesa ser, aunque sin lugar a dudas la mejor de las primeras es que, al menos de esta manera, puedo permitirme escribir de vez en cuando, por cuenta propia y por gusto en ello, sin necesidad de pasar por la pluma menos crítica y más académica de mis profesores y que, por otro lado, me permite conocer a la gente a la que nunca podría hacerme acercarme en mi otro modo de comportamiento. Eso me recuerda que vivir una vida, no puede hacerse solo para uno mismo sino también para los otros, nacimos para dar. La peor de las desventajas es que, en el desdoblamiento que ofrezco a quien me conoce, me olvido de ser yo misma y en ocasiones me he traicionado tanto en la que considero mi forma auténtica (la que me permite hacer este blog), y es entonces que el arrepentimiento me invade en los momentos que deberían ser dedicados para la reflexión, y entonces la vida secreta que me procuraba se inyecta por lo que considero mi lado despreciable, mi lado de hipócrita, entonces la confusión me invade y busco donde se encuentra todo lo que no quiero, y esas son las máscaras trágicas del teatro: vivir una vida que no se necesita y que se vive por la pura ilusión de mantenerse lejos del dolor, ese es el origen de las lágrimas, el aferrarse a lo que se pierde.

   Es fácil, para quien está acostumbrado, vivir dos vidas- en sentido estricto todos vivimos dos o más vidas, pues todos tenemos secretos y nos comportamos diferente según el contexto o la compañía- sin embargo yo me niego a divulgar siquiera un rastro pequeño de mi vida (de este blog solo la persona a la que amo le he confiado su existencia) y desde niña solo digo verdades a medias y adornadas, porque así me protejo, y de forma un tanto tramposa obtengo lo que deseo. Lo peor es que, aún cuando conozco mi realidad, me siento bien cuando digo una mentira, no que la necesite como podría cualquier mitómano, pues no me considero una ya que las mentiras de estos son en ocasiones insignificantes en su trascendencia de objetividad, en tanto que yo miento no con palabras y si en comportamiento, para hacer creer a los demás que todo transcurre en normalidad, y no obstante esa satisfacción que elaboro para los otros termina por adentrarse en mi y hacerme participe del mal de mi propia vanidad. 

   Más que llevar una doble vida, soy adicta a la mentira

   Confieso que he traicionado y asesinado, se que es tarde para dejar de mentir, pues no es ajeno a mi el saber que de decir todas mis verdades dañaría a quien me ama. Mi madre, por ejemplo, posee un paquete de ideas sobre ciertos aspectos de mi, la escuela, mis compañeros, mi comportamiento fuera de casa etc, asimismo otra persona que me ama, que cree de mi una virtud inquebrantable,  yo no hago sino llenarlo de ilusiones, le hago creer mil cosas para que no me abandone y este conmigo, pues tengo miedo de estar sola para el resto de mi vida, mientras que por otro lado estoy enamorada de alguien más, que no me corresponde, una persona a la que espero, por la que esto escribo. Es el momento en el que noto que soy susceptible al crimen, pues mucho más allá de dar una apariencia, he pasado a la práctica, soy infiel por naturaleza y puedo absorber cualquier veneno en busca de un encantamiento nuevo, que me acerque a lo embriagador de la existencia, ya que en la embriaguez, de cualquier tipo, hallo por fin consonancia en mi, puesto que como en la idea de la muerte, que es el fin esclarecedor de todas las religiones, lo que aguardo es una mutación a un yo definitivo, y para ello no temo entregarme a cualquier pasión sin importar si es o no prohibida, con tal de obtener todo el jugo del mundo en mi. Creo que hay conexión espiritual que hace de todo vicio un descendiente directo del misterio, pues en el primero busca relajarse la inaccesibilidad del segundo a través de dejarlo fluir en hechos concretos, o sea que el miedo y el interior a veces inexpugnable resalta en forma de simbólica en actos que parecen incomprensibles para aquel que busque sostener su existencia. Se traspasan a lo físico los padecimientos del alma, para intentar curar por fuera lo que no se puede por dentro (a pesar del lugar común en verdad lo creo).

   Ahora mismo que redacto esta especie de carta sobre la culpabilidad, me doy cuenta que un asesino puede ser exactamente como yo, y guardar en su sonrisa culpa y alegría, no contrapuestas más bien sinceras y a veces bien intencionadas, aunque todo dirigido al centro de si mismo. Yo, al igual que cualquier persona que lleve una vida de manías y vicios, soy una ególatra, mi vida se basa en la vanidad de no poder compartir lo que creo es auténticamente mío, y justo ahí encuentro uno de los sentidos, al parecer basado en el placer más que en otra cosa, de presentarme con una cara falsa y este es el miedo a no ser totalmente lo que quiero, es decir que, al encontrar imposible la conexión entre lo que en mi subyace y lo que yo creo que hay en la sociedad, oculto ese rostro mío para que nadie lo toque y permanezca como el ideal que elevo sobre lo que estimo más alto. Tengo miedo, para decirlo en pocas palabras, a las críticas que bien podrían arrancarle la cabeza a mi ídolo, del que no estoy segura de su perfección como para atreverme a mostrarlo. 

   Más que llevar una doble vida y ser adicta a la mentira, soy narcisista, reconozco estar enamorada sólo de mi; pues la emoción de todo lo que comparto finalmente se queda en una sola cosa, la responsable de acentuar cada emoción en si, que es saber que mi emoción primera y última es que lo que siento es secreto y que sólo lo comparto y analizo con los dos polos míos.

   Me he enamorado, e intento armarme con el cuidado suficiente como para no dañar a quien esta cerca. Me he entregado en todos los planos, y a pesar de saber bien de mi mezquindad, no soporto la de otros. Miento para darme dignidad en lo mio propio ya que, lo que sea que poseo, cuando no es virtuoso en su ser, lo elevo al apropiármelo con los ojos secretos del amor, ese no sé que inexplicable que de pronto creemos tangible. En otras palabras, cuando amo lo hago porque en la victima de mis amores me encuentro yo misma, y aún sin ser el sentimiento mutuo, satisfago mis ansias con saber que he hallado en otro una causa  para mis desprendimientos.

   No importan las cosas que oculto, sino las que transformo y ofrezco, pues finalmente mi conflicto no se encuentra en querer abandonar mi doble vida, eso sería equivalente a decir que resulta punible tener secretos, sino en el problema que significa para mi, en el plano moral y religioso, no ser sincera con los demás que son los que completan el cincuenta por ciento de mi existencia. Confrontación que surge de una manera un poco egoísta, pues si para obtener debo de dar, y lo que doy no es de corazón, ¿qué debo entonces de esperar del producto que obtenga a cambio de mi capacidad para entregar? (he ahí el nivel enfermizo de mi autocomplacencia), pues será resultado de una operación falsa, con errores que alteraran el equilibrio de ese edificio que es mi existencia. ¿Cómo cambiaría mi mundo si fuese completamente sincera?

   Y con todo esto, aún no me arrepiento de nada.

No se haga mal el secreto, que ya vuelto mentira no hay saludable misterio, sino quiebre funesto del camino.

Develar el enigma que conduce la senda, sin abandonar el mundo que empieza a vivir, aún antes de la muerte, la vida eterna.




Comentarios

  1. Gracias por visitar Los Sueños y por tu comentario tan..BONITO.

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  2. Wau! llegué acá de casualidad, pero que bien que escribes!
    Felicitaciones

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  3. Hola! muchas gracias a ambos por comentar.
    Moebius mil gracias por tus amables comentarios, espero tener tus visitas más a menudo. Gracias y espero que lo que venga te guste. Abrazos y saludos

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