Ian y el espíritu de mi juventud que camina




Joy Division es mi juventud. Tenía catorce años cuando llegó a mis manos el box set llamado Heart & Soul, era dos de noviembre, justo el día de muertos, justo un día de otoño. Y así es cómo sigue la historia:

Joy division vió pasar mi último año de secundaria y mis primeros escritos, mi época en la preparatoria (quizás la más hermosa de todas)y mis primeros amores, y con ella la más dolorosa despedida. Conocí la pasión y viví todo lo que el mundo me ofreció, y así es como Joy Division se hizo una parte de mi ambiente, de mi clima, de todo lo que me rodea, como la luna y el viento.

Fue con estos británicos, y especialmente con el vocalista, con quienes comprendí el lenguaje de la música, ese que crea imágenes y sentimientos, que crea atmósferas y, por lo tanto, universos, aunque en su caso sólo sea la más ominosa de las dimensiones. Es por tanto que, ahora que rememoro su aniversario luctuoso (del cantante y la banda en general), me doy cuenta de que mi juventud se acelera, siento como si hubiera perdido algo; y aunque sólo tengo 19 años, parece que la vida se me va, pues aún no firmo con mi nombre las estrellas, pues aún estoy en busca de mi evangelio y la razón de la existencia, porque perdí el control y mis ojos no pueden ver más allá, porque el tiempo es sólo tiempo y no puede ser contado ni con 24 horas, ni con décadas, ni siquiera con lo sempiterno, porque a cada minuto más viejo soy y no quiero morir.

Cada 18 de mayo se repite la historia y, paradójicamente, se cumplen ciclos que contradicen la concepción primigenia de la vida y de la muerte. Mientras más tiempo se está vivo, más se muere, en tanto que Ian, a cada año que se acumule de su partida, más presente estará.

Ian Curtis fue un héroe, pero uno terrenal y plenamente confiable, uno al que(aún) se puede recurrir cuando se está en busca de un líder, cuando se está en busca de una auténtica inspiración y de una voz, cuando se está atormentado. Ian Curtis fue un ángel que cantó con la voz de la noche bohemia. Ian murió tan sólo para ser nuestro, pues murió para santo alivio de nuestra soledad.


La verdad está en la sabia virtud de esperar.
O quizá, sólo quizá, la muerte es lo único que permanece.

Y bien ¿dónde has estado?

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